«María se pone entre su Hijo y los hombres en la realidad de sus privaciones, indigencias y sufrimientos. Se pone ‘en medio’, o sea, hace de medidadora no como una persona extraña, sino en su papel de madre, consciente de que como tal puede – más bien ‘tiene el derecho de’ – hacer presente al Hijo las necesidades de los hombres.» (Juan Pablo II, Redemptoris Mater, n.21)
Habría que destacar tres aspectos fundamentales de la lectura del Evangelio de hoy. El primero, tiene que ver con el simbolismo rico y fecundo de la presencia de Jesús en las Bodas de Caná. El segundo, muestra a la Madre de Jesús iniciando su obrar intercesor por los hombres ante su Hijo. Y el tercer aspecto pone el acento en la institución del matrimonio, en la bendición de la familia con la presencia del Señor en aquel contexto. Aunque deseo centrarme en el segundo aspecto, comentaré un poco los otros dos.
En cuanto al simbolismo que vemos en este pasaje, la versión original habla de el comienzo de los signos, más que de los milagros. Se refiere pues a actos que tienen un significado que hay que saber desentrañar y que la Iglesia nos va mostrando conforme los ha ido entendiendo a lo largo de los siglos. Uno de ellos es el vino. En la tradición bíblica ha significado siempre la alegría. El vino se ha agotado, no tienen vino, es decir, la Antigua Alianza ha acabado y da paso a la Alianza nueva y eterna en la persona del Hijo. En Él todas las cosas se renuevan, se recrean, a partir del agua que cada hombre ha de traer del pozo en compañía de sus hermanos, el agua del Bautismo que salta en cada uno hasta la vida eterna (Juan 4:14)
El Señor usa el agua para convertirla en vino y usa el amor del hombre y la mujer como la base de su bendición: este vino nuevo es por ellos, para ellos, para santificarlos en familia y para hacer de ellos una unión indisoluble, signo y base en el mundo de su amor por ese nuevo pueblo surgido del vino nuevo, son los odres nuevos que contendrán el vino nuevo (Mateo 9:14-17). ¡Qué gran misterio es este! ¡Que los esposos comprendieran el gran don que poseen…!
Más allá de estos dos puntos, está María. Si el Hijo inaugura la era del Mesías, la Nueva Alianza, María se ubica de inmediato en el escenario como la intercesora entre Jesús y los hombres; ella se da cuenta de las necesidades y carencias de los hijos y presenta estas a su Hijo. Es hermoso constatar cómo María está presente a lo largo de la vida y ministerio de Jesús, pero mucho más saber que, al comienzo de Su ministerio (Bodas de Caná) y al final de su vida (junto a la Cruz) ella ha sido pieza clave y fundamental de la Iglesia de Cristo. El Nuevo Pueblo la tiene como Intercesora y como Madre. Caná de Galilea y Cruz: ella es el Paréntesis Dorado que encierra la bella obra de la salvación de Cristo. ¿Cómo no amarla y venerarla? Que ella interceda por nosotros también esta semana.
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