¡GUARDAOS DE LA CODICIA!

Y les dijo: Mirad, guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.

Lucas 12, 13-21

Las cosas de la tierra tienen un valor innegable, el problema no son las riquezas y las cosas materiales en sí mismas, el verdadero inconveniente llega cuando estas atrapan el corazón del hombre y hacen que este se plantee su existencia desde lo estrictamente material, cuando el tener se convierte en un fin último en sí mismo. Al respecto, escribió Pablo VI: El tener más, lo mismo para los pueblos que para las personas, no es el fin último. Todo crecimiento es ambivalente. Necesario para permitir que el hombre sea más hombre, lo encierra como en una prisión desde el momento en que se convierte en el bien supremo que le impide mirar más allá. (Pablo VI, Populorum progressio, n. 19)

Esta visión más allá de los bienes atañe directamente al prójimo, el corazón corre el riesgo de volverse avaro, indolente e indiferente, seguro en lo material y alejado de la corresponsabilidad inherente a las relaciones humanas. Por eso el Evangelio de hoy es una llamada a atesorar bienes para el reino de los cielos, hacernos ricos ante Dios y no atesorar bienes de este mundo, o como dice la segunda lectura: buscar los bienes de allá arriba, donde está Cristo.

Que el Señor nos ayude a apreciar en su justa medida nuestros bienes materiales e inmateriales y que seamos capaces de compartirlos con nuestros hermanos más necesitados.

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